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sábado, 25 de octubre de 2014












PONER LA PRACTICA LA URBANIDAD

Tu hijo necesita conocer y entender las normas de urbanidad, ya que lo ayudarán a desarrollar su autocontrol y le proporcionarán oportunidades para contribuir en la formación de un ambiente de convivencia más agradable para todos. 
Asimismo tiene que aprender a comportarse adecuadamente y a tener buenos modales. Debe acostumbrarse a respetar las normas cívicas y a utilizar el sentido común para saber cómo puede actuar dependiendo del lugar y de las circunstancias. De ese modo su relación con los demás será más apacible.
El niño debe evitar conductas molestas para los demás y aprender a ser discreto y prudente. Debe comportarse cortésmente y con educación, cuidando siempre sus modales y sus palabras. Fomentar la empatía hacia los demás ayudará a tu hijo a comprender que ciertas formas de actuar o de decir las cosas pueden herir los sentimientos del otro.
El valor de cuidar el entorno que comparte con las otras personas debe adquirirse. Él debe conocer y poner en práctica las normas que se establecen para contribuir al cuidado de la ciudad o pueblo donde vive. Ser cívico no sólo es respetar el entorno, sino también cuidarlo.
¿QUÉ HACER?
Mostrá a su hijo que las normas de urbanidad no son iguales en todas partes y que debe adaptarse a ellas. Aprovechá los viajes y las visitas a otras casas para fomentar la observación y el aprendizaje: hay diferentes maneras de saludarse, formas de vestir, etcétera.
Hacé que las ponga en práctica. Enseñá a tu niño a guardar las formas y a tratar con deferencia a los demás. Practicá con él los buenos modales en la calle, en las tiendas, en la mesa, etcétera. Ayudalo a que se acostumbre a utilizar palabras amables para saludar, para despedirse, para pedir un favor y para dar las gracias.
Promové que su hijo se acostumbre a hablar en un tono adecuado y a responder de manera educada. Enseñale actitudes como ceder el paso y el asiento o hablar de usted a las personas mayores. Pedile que responda adecuadamente al teléfono utilizando palabras agradables y un tono de voz moderado.
Hacé que tome conciencia del impacto de sus acciones en el entorno. Para ello, preguntale qué pasaría si todo el mundo hiciese lo mismo: qué pasaría si nadie recogiera los papeles, si todo el mundo gritara, o si pisara las plantas del parque. Debe aprender a prever las consecuencias

PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA UBANIDAD

Respetar al otro como un otro: su carácter, su amor propio, sus opiniones, inclinaciones, caprichos, costumbres, etc., aunque las consideremos defectos. El respeto da un paso más que la tolerancia.
Escuchar, más que hablar: descubrir quién es el otro, qué quiere, qué piensa. No dirigirse a él como si fuera una proyección de nosotros. Hablar sin descanso es una descortesía hacia los demás, y además revela cierto egoísmo.
Comprender, antes que juzgar: no odiar al otro ni hablar mal de él ante otros por lo que creemos que son sus defectos. Siempre es mejor preguntarse: ¿qué hace que la persona que nos molesta actúe de la forma en qué lo hace? Así, será más fácil que comprendamos y más difícil que odiemos.
Pensar antes de actuar o de hablar: elegir siempre la mejor oportunidad, no ser imprudente. Evitar palabras molestas, observaciones poco delicadas, descorteses o demasiado personales.
Ser discreto: no hacer preguntas que nos hagan parecer excesivamente curiosos, ni divulgar los secretos que otros nos han confiado. De lo contrario, nos ganaremos que nadie confíe en nosotros.
Adecuar el discurso a los conocimientos del otro: evitar hacer comentarios sobre historia, ciencia, cultura o arte cuando no se conoce el grado de conocimiento de las personas que escuchan. Adecuar el discurso a la situación del otro: percibir cuál es su estado anímico y, según eso, decir lo que sea apropiado.


Tratar a los demás como nos gustaría ser tratados.